25 abril 2012

La Magia Es...

Magia es respirar.

Es sentir mariposas en el estómago cuando miras a esa persona que tanto quieres.

Magia es despertarte y sentirte bien, sin ninguna razón aparente.

Magia es sentir ilusión por algún proyecto o cualquier pequeña tontería que se te cruce en la vida y lo sientas importante.

Magia es sonreír, con razones o sin ninguna razón aparente.

Magia es mirar el cielo y sentir paz.

Magia es desesperarte porque algo no te sale bien y, de pronto, se arregla y todo va viento en popa.

Magia es mirar a alguien y no necesitar de palabras para saber qué está diciendo en el silencio.

Es poder ayudar a una persona en un día gris y triste. Que sonría, ayudarle, hacer de su día un día mejor y no uno para olvidar.

Magia es volar con una canción que te pone los pelos de punta y la carne de gallina cada vez que la escuchas.

Es disfrutar con lo que estás haciendo en ese momento, ya sea escribir, leer, jugar, cocinar, charlar con la familia o los amigos, relajarte, dormir dulcemente... ¡soñar!

Crear de la nada algo importante para ti o para las personas. Crear una historia que toque los corazones de gente que la lea. O una imagen. O una canción. O un pequeño detalle que se hace grande en el alma de quien la recibe.

Magia es querer a alguien y sentir que la vida merece la pena a pesar de los baches.

¡¡Es soñar despierta!!

Magia hay en el destino que pone en tu camino a personas con los que pasas momentos inolvidables.

Es disfrutar con las pequeñas cosas de la vida...

Magia es el latir de mi corazón.

Por supuesto, magia es levantarse cuando uno se cae.

Y, por supuesto... ¡Magia es lo que hace mi Thermomix! ¡Con sólo un par de botones hace la comida!. =)

23 abril 2012

Cosas Que Odio

Odio la hora de irme a la cama cuando hay algo que me preocupa.

En la oscuridad y el silencio que brindan esas horas, sin nada con lo que entretener mis pensamientos preocupados, le doy vueltas y vueltas a las cosas sin que el cansancio ni el sueño puedan disiparlas y dejarme dormir tranquila.

Y así se me pasan las horas.

Ahora del costado izquierdo. Ahora del derecho. También boca arriba.

Y las ideas me martillean la cabezota mientras me desespero mirando el reloj y comprobando cómo pasan las horas, a pesar de que sé que mañana será otro día y con la luz veré las cosas de manera distinta y no me atormentarán tanto esas preocupaciones...

O sí.

16 abril 2012

Me Doy Permiso Para - Joaquín Argente

Me doy permiso para separarme de personas que me traten con brusquedad, presiones o violencia, de las que me ignoran, me niegan un beso, un abrazo...

No acepto ni la brusquedad ni mucho menos la violencia aunque vengan de mis padres o de mi marido, o mujer.
Ni de mis hijos, ni de mi jefe, ni de nadie.
Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este mismo momento fuera de mi vida.

Soy un ser humano que trata con consideración y respeto a los demás. Merezco también consideración y respeto.

Me doy permiso para no obligarme a ser “el alma de la fiesta”, el que pone el entusiasmo en las situaciones, ni ser la persona que pone el calor humano en el hogar, la que está dispuesta al diálogo para resolver conflictos cuando los demás ni siquiera lo intentan.

No he nacido para entretener y dar energía a los demás a costa de agotarme yo: no he nacido para estimularles con tal de que continúen a mi lado.
Mi propia existencia, mi ser; ya es valioso.
Si quieren continuar a mi lado deben aprender a valorarme.
Mi presencia ya es suficiente: no he de agotarme haciendo más.

Me doy permiso para no tolerar exigencias desproporcionadas en el trabajo.
No voy a cargar con responsabilidades que corresponden a otros y que tienen tendencia a desentenderse.
Si las exigencias de mis superiores son desproporcionadas hablaré con ellos clara y serenamente.

Me doy permiso para no hundirme las espaldas con cargas ajenas.

Me doy permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que me infundieron mis padres y las personas que me educaron. El mundo no es sólo hostilidad, engaño o agresión: hay también mucha belleza y alegría inexplorada.

Decido abandonar los miedos conocidos y me arriesgo a explorar las aventuras por conocer.
Más vale lo bueno que ya he ido conociendo y lo mejor que aún está por conocer. Voy a explorar sin angustia.

Me doy permiso para no agotarme intentando ser una persona excelente.
No soy perfecto, nadie es perfecto y la perfección es oprimente.
Me permito rechazar las ideas que me inculcaron en la infancia intentando que me amoldara a los esquemas ajenos, intentando obligarme a ser perfecto: un hombre sin fisuras, rígidamente irreprochable. Es decir: inhumano.

Asumo plenamente mi derecho a defenderme, a rechazar la hostilidad ajena, a no ser tan correcto como quieren; y asumo mi derecho a ponerles límites y barreras a algunas personas sin sentirme
culpable.

No he nacido para ser la víctima de nadie.

Me doy permiso para no estar esperando alabanzas, manifestaciones de ternura o la valoración de los otros.

Me permito no sufrir angustia esperando una llamada de teléfono, una palabra amable o un gesto de consideración.

Me afirmo como una persona no adicta a la angustia.

Soy yo quien me valoro, me acepto y me aprecio. No espero a que vengan esas consideraciones desde el exterior.

Y no espero encerrado o recluido ni en casa, ni en un pequeño círculo de personas de las que depender.

Al contrario de lo que me enseñaron en la infancia, la vida es una experiencia de abundancia.

Empiezo por reconocer mis valores y el resto vendrá solo. No espero de fuera.

Me doy permiso para no estar al día en muchas cuestiones de la vida: no necesito tanta información, tanto programa de ordenador, tanta película de cine, tanto periódico, tanto libro, tantas músicas.

Decido no intentar absorber el exceso de información. Me permito no querer saberlo todo. Me permito no aparentar que estoy al día en todo o en casi todo.

Y me doy permiso para saborear las cosas de la vida que mi cuerpo y mi mente pueden asimilar con un ritmo tranquilo.

Decido profundizar en todo cuanto ya tengo y soy. Con lo que soy es más que suficiente. Y aún sobra.

Me doy permiso para ser inmune a los elogios o alabanzas desmesurados: las personas que se exceden en consideración resultan abrumadoras. Y dan tanto porque quieren recibir mucho más a cambio.

Prefiero las relaciones menos densas.

Me permito un vivir con levedad, sin cargas ni demandas excesivas. No entro en su juego.

Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico.
No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.

No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.

Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.

Elijo lo que me da salud y vitalidad.

Me hago más fuerte y más sereno cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero, y no como forma de despreciar las elecciones de otros.

No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré.

Me permito estar tal como me sienta bien conmigo mismo y no como me ordenan las costumbres y los que me rodean: lo “normal” y lo “anormal” en mis estados emocionales lo establezco yo.