17 febrero 2009

O Caes Tú... O Caigo Yo...

Siempre ha sido lo mismo, y aunque en el fondo lo sabía, como muchas mujeres más, me lo he negado hasta que ya era demasiado tarde.

O caes tú o caigo yo.

Yo no quería caer y, sin embargo, estaba cayendo a pasos agigantados mientras tú te mantenías de pie junto al oleaje que formaba tu tormenta.

Tus ojos verdes... esa había sido mi mayor perdición, me tenías hipnotizada; que no te acordaras de mi cumpleaños, daba igual, me mirabas con ojitos de perdón y yo te amaba más. "Será el estrés", pensaba, "sólo eso, pero me quiere igual".

Y al llegar la noche, todo cambiaba. Y al llegar el día, nada ha cambiado.

Te quise más que a mi propia vida, y tú me querías a tu modo.

O caes tú, o caigo yo.

Tropiezas un poco con la denuncia que recibes al darme la primera paliza después de haberte reprochado el que te hayas ido a un club de alterne. Pero un papel no te hace perder el equilibrio y vuelves a tu estado erguido de machote, de hombre de la casa, mientras tú y tus amigos me hundís con la mirada y todos esos comentarios que hacéis sobre mí.

- Joder con la puta de tu mujer, vaya susto que te ha dado.

Y uno de los dos tiene que caer después de la enésima paliza que me das.

Tus ojos irradian odio hacia mí, sólo porque hoy he hecho para comer algo que a ti no te agrada mucho.

Hoy ha sido peor que ayer, y seguramente mejor que mañana.

La policía no puede hacer nada. La culpa la tiene el sistema, hasta que no me mates no te detendrán.

Esta pesadilla sólo acabará con uno de los dos en un ataúd.

O caes tú... o caigo yo.

Y cada uno lo había decidido ya por un lado diferente.

Tú celoso con el policía al que veo de vez en cuando para preguntarme por cómo me encuentro después de tus puñetazos y patadas, y yo al estar dándome la mayor paliza durante los 10 años que convivimos.

- ¡Puta! ¿Me estás poniendo los cuernos con ese madero de mierda? ¡Pues que sepas que eso se acaba de terminar!.

O caes tú... o caigo yo...

No estaba dispuesta a morir, te quería, pero en el momento en el que me volviste a romper el brazo por cuarta vez, vi que tras los bombones y rosas que me regalabas al día siguiente de las palizas, no había amor, ni ternura, que no me querías, y no estaba dispuesta a que las próximas flores me las llevaras a la tumba.

"No voy a caer yo: caerás tú", ese fue mi último pensamiento antes de asestarte un golpe seco en tu cabeza con la figura de metal que me había regalado tu madre. Por lo menos había sido de alguna utilidad porque era realmente fea.

Ahora que ya has caído tú, sé lo que me toca a mí. Mas los comentarios de tus amigos no me importan, la cárcel no será sufrimiento alguno comparándola con mi vida junto a ti.

Era la única manera de hacer justicia.

O caías tú, o caía yo.

Lo más correcto era que cayeras tú.

Y a pesar de que el ruido que hace tu cuerpo inerte al topar con el suelo me produce una sensación de libertad y una risita se me escapa, yo te quería... al igual que tú a mí.

No hay comentarios: