25 febrero 2007

Discusión tonta...

Nunca lo había puesto. Reconozco que se me pasó por la cabeza durante unos instantes, de la misma forma que pensé en enseñártelo. No fue por vergüenza, ni tan poco en búsqueda de agradecimiento o de tu opinión al respecto.

Lo escribí pensando en un concurso al que nunca envié, y mi idea principal era que si caía en gracia, enviártelo. Pero al final, como muchas otras cosas, nunca salen como se planean en un primer momento, por lo que la táctica hubo que cambiarla.

Pero ya que eres tan asombrosamente cabezota y estabas "emperrado" en que estaba en mi blog cuando nunca lo estuvo... aquí te lo dejo, por marearte un rato... que nunca viene mal.

P.D.1: Cotilla.

P.D.2: Me quedo, después de releerlo siempre, con la última frase.

Somos diferentes, lo sé, pero también adivino que las diferencias entre tú y yo son tan ínfimas, que no entiendo por qué te extraña tanto mi comportamiento. Quizás lo que más nos separe son los 8 años, en los cuales no veo ningún problema.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que nos conocimos? Son tan pocos los momentos que hemos vivido juntos pero tan intensos, que parece toda una vida cuando apenas si ha transcurrido un año.

No recuerdo la primera vez que me fijé en ti, ni tan siquiera ese momento en el que intercambiamos saludos, o un “¿qué tal?”, pero sí que una buena noche, cuando no me hacías caso, me propuse que dejaras a un lado la indiferencia que nos separaba, romper ese muro o saltarlo por encima. Las formas daban igual, el caso era conseguirlo.

No, tampoco consigo entender el porqué te envié aquella foto, ni el tiempo que anduve buscándola mientras tú seguías a tu bola, como siempre, o como tú dices que vas, porque a mí nunca me ha dado esa impresión.

Me reí… rectifico, nos reímos muchísimo cuando recibiste en tu buzón la foto, y ahí, en ese preciso instante, fue cuando el rumbo de nuestras vidas cambió, y ese muro empezó a desvanecerse por sí solo. “Buenas noches, Rosa Negra, ¿cómo estás?” Ese era el saludo que me dedicabas los sábados en tus sesiones radiofónicas y chateras.

Supongo que a día de hoy, esa foto estará en alguna papelera del mundo internauta, pero sé a ciencia cierta que guardas con cierto cariño aquel regalo que te envié a tu apartado de correos por tu cumpleaños.

Te refrescaré la memoria un poco… Piensa en lo que tardaste en encontrar el dichoso regalito… Yo que lo envié urgente para que te llegara a tiempo, porque mira que eres malo al avisar con tan poco tiempo de antelación y viviendo en ciudades un tanto lejanas (a 50 minutos en tren, 2 horas en coche y 1 semana por correos).

Pero llegó, por fin, y ahí lo tendrás, pinchado en tu corcho de los recuerdos, ya lleno según parece. Me alegra que a pesar de todos los imprevistos, pudieras esbozar una amplia sonrisa al abrir el paquete, y decidir que querías conservar ese pequeño recuerdo.

Y míranos ahora dónde estamos, creí en ti y no me equivoqué. En cada encuentro conozco otro aspecto tuyo, quizás más por lo que leo entre líneas que por lo que me cuentas de ti, porque no, no eres misterioso, eres provocador y reservado, pero con el tiempo se aprende a observar, se comprenden los comportamientos, se ve el sentido que le quieres dar a algunas frases, y esos detalles, a veces insignificantes, a veces un mundo para ciertas personas, hacen de ti, alguien que merece la pena conocer.

Porque, al fin y al cabo, “jefe”, no queremos a las personas por lo que son, o por cómo son, si no por lo que nos hacen sentir.

No hay comentarios: